Hace una
semana Xabier López, químico cuántico y profesor en la facultad de la EHU en Donostia,
me pidió que tratara de explicar en mi blog (en realidad es el "Blog
de García Larragan y Cía") el
por qué del premio nobel de Economía de este año, y una especie de
traducción práctica para el gran público.
Un emplazamiento de alguien cuya
labor divulgativa sobre la física y química cuántica tanto admiro y trato de
seguir gracias a su blog "Función de Jota"; entretenido, y a veces lo
suficientemente sencillo como para que alguien curioso como yo pueda acercarse
a lo más básico e interesante de esa materia. No digo que yo lo haya
conseguido, pero sí afirmo que Xabier lo intenta con verdadera capacidad
docente, y lo explica tan bien que es de agradecer. La torpeza propia no debe
restar mérito a quien pretende divulgar una materia tan compleja y apasionante
a la vez.
Pues bien, hace poco le pedí lo mismo sobre los premios de física y química de este año ("Bailando con Proteínas y el Nobel"), y, en buena lid, me solicita un esfuerzo similar. Con una desventaja por delante: que su formación técnica es estratosféricamente incomparable a la mía, humilde
periodista sin más formación económica que la que me ofrece leer y preguntar a
gente que sabe, y que yo sé que sabe.
Hecha esa
salvedad, y aceptado el reto (más vale tarde que nunca) aclaro que acudo a dos
fuentes:
La primera de ellas es el catedrático de Economía de la universidad
de Columbia (USA) y antiguo profesor de Yale (en donde imparte clases uno de
los premiados), Xavier Sala i Martín, seguramente uno de los expertos que mejor
divulga, y con absoluta solvencia, todo
esto de la Economía y la importancia que tiene en nuestra vida cotidiana. Soy
lector asiduo de lo que pública, y seguidor de su blog.
Y la segunda fuente es
más directa. Estoy inmerso en la lectura de uno de los últimos trabajos (sino
el último) de uno de los tres premios nobel de este año. Se trata del libro
escrito por Robert Shiller (uno de los tres y profesor de Yale) y George
Akerloff titulado "Animal Spirits", una expresión acuñada en su día por
Keynes y que ya nos da una primera pista
acerca de su línea de pensamiento principal (que no unívoca).
Hecha esta
necesaria aclaración acerca de mi modesta aportación, vamos con lo que creo
haber captado. El comité del nobel
premia a una corriente y su contraria. De ahí lo del título de mi artículo: "Certidumbre irracional":
Eugene Fama
se ha destacado por su defensa acerca de la racionalidad de los mercados; cuando compramos una acción o
realizamos una operación financiera, lo hacemos de forma racional, sopesando
toda la información que sobre determinados activos, valores, personas o
empresas tenemos en ese momento.
Es decir, en nuestro actuar económico prima la razón (lo que sé) sobre la 'intuición' (lo que no sé).
Robert J. Shiller, por el contrario, es
un firme defensor de la 'irracionalidad’
de los mercados. Si bien es cierto que (casi) nadie cree que compra nada a
lo loco, también lo es que en nuestra toma de decisiones influyen más de lo que
pudiéramos creer los ‘comportamientos animales’ propios de nuestra especie, y
que nos hacen funcionar en la gran mayoría de las ocasiones fuera de toda
lógica; compramos determinadas acciones porque ‘están de moda’ (por ejemplo,
las tecnológicas, cuya compra masiva generó en el 2000 la famosa burbuja de las
punto.com), y no porque, aunque pretendamos lo contrario, seamos unos ’buenos
inversores’. Por el mismo motivo, vendemos acciones no porque creamos que una
empresa perderá valor a medio plazo, sino porque alguien decide hacerlo, llega
a nuestros oídos, y genera una auténtica estampida que no corresponde a la
situación financiera real de la empresa o país afectado. Seguro que a todos se
nos ocurre más de algún caso. Es el típico caso de ‘pánico sin motivo
aparente’, tan presente en lugares en donde se reúne una multitud que de
repente trata de escapar apresuradamente por salidas estrechas aunque no se
haya activado una alarma real.
Shiller
mantiene que la economía, al igual que todas las decisiones humanas, tiene más
de ‘confianza’ y por lo tanto de comportamiento no necesariamente racional, que
de ciencia pretendidamente ‘exacta’. Y pone como ejemplo la crisis actual, no
predicha en sus actuales términos por nadie (o casi nadie). Robert J. Shiller
se ha dedicado buena parte de su vida a demostrar esa teoría.
Es la
discusión de los modelos resultantes de la gran depresión del 29: el de Keynes
contra Hayek; el de la intervención (gasto) del estado en crisis profunda para
revitalizar la economía porque no es
esperable un comportamiento racional de la gente en plena crisis, contra el de la
NO intervención y reducción de gasto a toda costa para salir a flote porque la
gente entenderá que sólo ahorrando en su justa medida será posible mantener a
salvo la economía. Según esta última teoría, las cosas (el mercado) se arreglan
solas gracias a la interacción racional de empresarios, trabajadores y
consumidores. Ésta última tradición es heredera directa de ‘la mano invisible’
de Adam Smith; cuando llega la crisis, el comportamiento racional de unos y
otros en busca del mutuo beneficio llevará a la salida por si sola, como si el
mercado fuera guiado por una especie de ‘mano invisible’.
¿Por qué premiar a dos corrientes antagónicas
a la vez?. Es una buena pregunta, con la que seguramente tenga mucho que ver
que la doctrina económica no ha resuelto definitivamente la batalla a favor de ninguno
de los dos, independientemente de que Keynes fuera percibido como el gran
vencedor, al aplicarse su teoría del ‘gasta hoy para crecer, y paga mañana’ con la que EE.UU y Europa salieron del agujero tras la segunda guerra mundial. Como
es fácil de observar, hasta ayer mismo la teoría predominante, al menos en
Europa, era la contraria, la de ‘reduce gasto a toda costa, ahorra hoy y crece
mañana’. Algo que, vistos los resultados, ahora se está cuestionando.
En resumen,
la historia reciente habla de dos modelos interconectados, con éxitos y
fracasos sucesivos, que han alumbrado a republicanos fuertemente ‘keynesianos’
(Richard Nixon) o a demócratas predominantemente ‘hayekianos’ (Bill Clinton).
Una contradicción en sus propios términos que la academia sueca resuelve
premiando la solidez intelectual de los dos investigadores.
Por cierto, el
tercero en discordia, Lars Peter Hansen,
es un teórico premiado por sus ’métodos
empíricos sofisticados que permiten ver cuál de las dos visiones del mundo es
la correcta’. Lo afirma el profesor
Xala i Martín,... y como decirlo: de momento, mi curiosidad no llega a tanto.
Genial entrada, muy bien explicada y apta para todos los públicos. Lo has explicado de maravilla!! ;-) Muchas gracias por haber aceptado el reto ;-) Y muchísimas gracias por tus elogios. Emociona saber que hay gente que no está dentro del mundo de la física o la química y se siente atraída por la cuántica. Esa fue una de las razones para hacer el blog de Función de Jota, y con testimonios como el tuyo, dan ganas de seguir adelante, no sabes como te lo agradezco. Dejo para una entrada futura, como se parecen las proteinas y las fluctuaciones de su energía, con las típicas fluctuaciones del valor de una acción en bolsa, o sea que quizás el Nobel de Economía y de Química de este año están más unidos de lo que parece a-priori, y por eso me hace ilusión que de alguna manera estén unidos a traves de nuestras dos entradas .
ResponderEliminarMila esker!!
xabierjota
Gracias a ti Xabier; y esa entrada que prometes sobre proteínas y fluctuación económica suena muy pero que muy interesante. Quizá estemos inaugurando una nueva especialidad científica: 'quimica económica'. Por cierto, Eugene Fama ha sido premiado por algo en concreto que puede sonar contradictorio, aunque si lo piensas no lo es tanto. Él viene a decir que, a pesar de que el comportamiento de los mercados es racional, no es predecible. En concreto, que el precio futuro de las acciones no es determinable, aunque haya asesores, analistas, y demás que traten de convencernos de lo contrario cuando nos animan a comprar acciones de una determinada empresa porque es seguro que van a subir. Precisamente esa 'seguridad', si se extiende a mucha gente, alterará su precio de una manera no calculada previamente por los sesudos analistas. Vamos, que eso de los gabinetes de análisis de activos financieros se parecen más a 'vendedores de ungüento' (como por cierto, su contrincante académico Shiller define a muchos economistas y políticos en su libro, tomando la expresión de lo que asegura fue la profesión real de Rockefeller padre antes de que su hijo 'inventara' una versión más provechosa) que a otra cosa. En defintiva, y como ves, ambas corrientes tienen más en común de lo que sus presupuestos ideológicos aparentan en principio. Lo dicho, un fuerte abrazo, eta eskerrik asko zuri¡¡¡¡
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