El desarrollo del coche eléctrico no será tan rápido como lo previsto, tardará más años en fabricarse a gran escala, y en competir con los actuales modelos.
Son las conclusiones de las XII Jornadas sobre Eficiencia energética y desarrollo del coche eléctrico, organizadas conjuntamente por el semanario económico Nuevo Lunes y la BBK, que acaban de celebrarse en Bilbao, y en las que he participado como moderador.
En palabras de Mikel Lorente, director técnico de AIC Amorebieta y del cluster vasco de la automoción, ACICAE,
El resto serán coches convencionales de combustión interna, que no sólo no desaparecerán, sino que seguirán siendo mayoritarios en nuestras ciudades y carreteras.
"en 2020 sólo el 1’2% del total de vehículos producidos será eléctrico, y un 14% de tecnología híbrida".
El resto serán coches convencionales de combustión interna, que no sólo no desaparecerán, sino que seguirán siendo mayoritarios en nuestras ciudades y carreteras.
La fábrica de Renault en Valladolid tiene previsto sacar la próxima primavera un modelo de coche eléctrico, el Twyzi, que a pesar de su facilidad de conducción y versatilidad estará lejos todavía de poder comercializarse a gran escala. La investigación no ha desarrollado todavía baterías que aguanten sin repostar más de cien kilómetros, ni hay suficientes puntos de enganche como para poder pensar en un coche eléctrico usado masivamente por los consumidores.
En este sentido, Luis Imaz, director de Desarrollo de Red Eléctrica Española (la encargada de gestionar el suministro y la distribución de la energía) asegura que hoy en día hay energía suficiente en el sistema como para poder incorporar a 6’5 millones de coches eléctricos a la red. Sin embargo, reconoce que el sistema sólo podría aguantar si la recarga fuera lenta y se hiciera de noche, durante las horas de menor demanda eléctrica del día. Esto complica la recarga de los vehículos, y obliga a mejorar la idea de las ‘electrolineras’ en la carretera: la excesiva duración en la recarga de la batería y la dificultad para encontrar un sistema de enganche universal a la red, independientemente del fabricante, complican su consecución. Todo esto sin olvidarnos de que seguramente se desarrollarán nuevos ‘negocios’ en torno al sector específico del suministro de electricidad a los coches. Y ya sabemos que cuantos más intermediarios, más caro el producto para el consumidor final. O sea, para todos.
Queda mucho por investigar, y eso que la industria del motor en Europa dedica al año 20 mil millones de euros en I+D+I. Es más que la industria farmaceútica, y sin embargo, los expertos reunidos en la jornada reconocen que aún queda mucho trecho que recorrer. Además, todos coinciden en que la crisis también se ha notado en este campo, con lo que las previsiones iniciales sobre el desarrollo del coche eléctrico lanzadas hace años se han demostrado excesivamente optimistas.
El sector del automóvil ha sido uno de los más afectados por la crisis. La producción a gran escala del coche eléctrico se intuye como una posible salida.
En Euskadi, la automoción, conocida como industria auxiliar del automóvil, supone el 20% de nuestro PIB. Es nuestra principal industria, que da empleo a cuarenta mil personas aquí, y a veinte mil más fuera de nuestro país. La fabricación del coche eléctrico supone un reto que podría mejorar sus resultados al abrir una nueva vía de negocio, que les obligará, eso sí, a formación específica y suministros nuevos.
Ciertamente, el 80% de lo que produce nuestra industria de la automoción se vende fuera, y en Europa la fabricación y venta de coches tradicionales no va tan mal como en España, en donde en apenas 3 años, se ha pasado de vender 1’5 millones de coches al año, a poco más de 900.000.
Pero también es cierto, que el coche eléctrico abre muchas posibilidades. O deberíamos decir, abría. Porque de aquí a 10 años al menos, y a tenor de lo escuchado, poca cosa.
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