No pretendo dar carta de verosimilitud a los breves sucedidos (tal y como diría mi aitite) que voy a contar aquí; no sé si en realidad ocurrieron así o no y, ni siquiera, si pasaron realmente. Como he dicho, sólo los cuento porque me han parecido curiosos.
La primera anécdota se refiere al escritor norteamericano Edgar Allan Poe, un gran aficionado a la criptología (ver este post donde hablo sobre su relato corto "El escarabajo de oro"), del que se dice que en 1893 publicó en un periódico estadounidense del que era colaborador un mensaje para que se le enviaran textos cifrados o criptogramas y decía que los descifraría todos.
Se cuenta también que hubo uno de esos criptogramas que no pudo resolver y que permaneció largo tiempo sin descifrar. Harto de intentarlo sin éxito, finalmente decidió abandonar las labores de descifrado del mismo y llegó a la conclusión de que no significaba nada; pensó que el lector que se lo había enviado sólo pretendía gastarle una broma con una serie de letras seleccionadas arbitrariamente sin ningún sentido.
y finalmente, también se dice que pasado mucho tiempo, cuando ese criptograma fue descifrado, se dieron cuenta de por qué se le resistió al escritor estadounidense: el texto en claro tenía multitud de faltas de ortografía, lo que invalidaba cualquier método de criptoanálisis disponible en ese momento.
Como he dicho al principio, hay quien cuenta esto de otra manera, pero me ha parecido mucho más gracioso así y, no sé a los demás, pero esto me recuerda que a mí me pasa lo mismo con los mensajes que me manda mi hijo por 'whatsapp', con el agravante de que no están cifrados. No necesita cifrarlos, si caen en manos de alguien no autorizado para leerlos le pasará como a mí mismo, no entenderá un carajo y será inútil cualquier ataque criptoanalítico :)
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